Deider vio la determinación en la mirada de su hermana ella no se molestaría mas, ya había tomado su decisión solo espera que no fuera demasiado tarde para ninguno de ellos.
Decidió darle tiempo, así que se fue acercando poco a poco, al ser que había convertido sus vidas en un inferno.
Sus manos estaban libres, Alayna sentía un cosquilleo en sus muñecas el tenerlas libres y con el sentimiento de que estaban llegando al final de una pesadilla ya largamente tenida.
El maldito había dejado el cuchillo en el suelo podía tomarlo acabando de una vez por todas el sentimiento de impotencia, le dolía el cuerpo de la posición incómoda a la que había sido sometida, las heridas que el bastardo había infringió a su cuerpo ardían como pequeños alfileres profundamente enterrados en su piel, la sangre seca en algunos lados daba la impresión de que había sufrido algún accidente.
Aprovecho que no la observaba para tratar de alcanzar el cuchillo, tuvo que morderse los labios para no gemir de dolor sintiendo el sabor amargo de su sangre, pero debía hacerlo no tenía otra opción.
Estaba cerca podía sentir la adrenalina del momento bombardeando su cuerpo, estarían libres solo tenía que acercarse un poco más.
Pero el bastardo había dejado de observar a Deider, Alayna suponía que quería verificar que las tenía a las dos donde supuestamente las quería, con un grito animal se abalanzo sobre ella queriéndole quitar el cuchillo que ya estaba prácticamente en su mano.
Con un movimiento rápido lo tomo y comenzó a defenderse lo mejor que pudo pero sus brazos estaban demasiados débiles, la sangre por los movimientos tan repentinos que había hecho comenzó de nuevo a fluir a través de las heridas.
- Había esperado poder disfrutar de ustedes un poco más.
- Tú no eres nadie para jugar con nosotras de esa manera – Alayna no soportaba más, estaba a punto de desmayarse.
- Claro que lo soy ustedes son mías especialmente tu. – dijo señalándola a ella.
Con un movimiento rápido había logrado quitarle el cuchillo, una sonrisa horrible cruzaba su hermoso rostro.
- Ahora veras como muere primero tu hermana y después será tu turno.
Se dio la vuelta hacia Deider que estaba cerca de ese loco, pero ella con las últimas fuerzas que tenía en su cuerpo, logro levantarse y caminar lo más rápido para situarse frente al hombre, solo la observo pero sus ojos eran dos puntos sin vida.
Como es posible que no me diera cuenta con qué clase de basura había estado trabajando años atrás, pero el tiempo de recriminaciones se estaba acabando la pesadilla tenía que terminar.
El hombre fue veloz que en cuestión de segundo se abalanzo sobre ella, podía ver la locura en los rasgos de su rostro, su brazo se movió pero ella lo esquivo causándole un rozón en su brazo izquierdo causándole una pequeña herida que de inmediato fluyo sangre. El siguiente movimiento no pudo esquivarlo tan bien como el primero clavando el cuchillo directamente en su pecho.
El dolor era tan agudo que se quedo sin respiración por unos minutos, giro su cabeza observando el rostro de Deider sabía que había sentido su dolor tomando una parte ella misma para dejarle un poco tranquilad. Pero debía ser fuerte por ella.
- Corre sálvate Deider – su voz era solamente un susurro.
- No, de nada serviría, el nos quiere muertas solo conseguiría que el continuara.
Deider estaba ya detrás de ella sosteniéndola, sus lágrimas le rompían el corazón pero no había salvación, su cuerpo estaba demasiado frágil por la poca sangre que circulaba en sus venas.
De ahí todo paso en cámara lenta, el hombre las observaba deleitándose con su sufrimiento pero buscaba algo en la gabardina que no había soltado en todo el tiempo que había estado en la casa. Alayna cada vez se sentía más débil. Tenía su corazón roto que lloro por Deider, su hermana no soportaría perderla a ella ahora que había logrado superar en parte su dolor.
Al no poder Deider lsa dos cayeron al suelo. Su hermana lloraba descontrolada acariciaba su rostro susurrándole palabras de amor, de ánimos. Pero también podía ver el odio acumulándose en ella, estaba destrozada de perderla pero no podía hacer mas nada para ayudarse.
Pero tenía esperanzas de que alguien lograra salvar a su hermana, su sacrificio no podía ser en vano después de todo, no era así.
El hombre reía aun si cabe mas trastornado después de todo.
- Ahora nadie más podrá tocarte – sus ojos se deleitaban observándola –será el turno de tu hermana y tu podrás observar.
Se había sacado un arma de uno de los bolsillos apuntando a Deider, Alayna cerró los ojos rezando con todas sus fuerzas que alguien llegara a rescatarlas.
Brontz observo al njeri apuñalar a la pequeña zeny, un fuego recorrió sus venas nunca había estado tan descontrolado como en esos momentos, el njeri pagaría con su vida por lo que había hecho.
La princesa que había conocido fuera del edificio lo miro, en sus ojos se podía leer el odio hacia la bestia que estaba destruyendo sus vidas, también había dolor y un amor muy grande que sin su Binjak ella moriría. Pero ellas no morirían él se encargaría de que vivieran, sus mundos las necesitaban.
Con determinación apunto su arma hacia el njeri y salió para ser visible, el rostro del otro se oscureció pero una expresión fugaz paso sin poder identificarla. Brontz se dio cuenta que le resultaba familiar pero no recordaba de donde.
- Vaya otro salvador – dijo el njeri – pero no importa ellas morirán nadie podrá quitármelas.
- Estamos muy seguro de que eso será así.
Sintió a los demás antes que entraran en el pequeño lugar donde se encontraban, necesitaba encontrar el momento ideal para disparar si calculaba mal cabía lo posibilidad que las perdiera a ambas. Su misión estaba casi terminad, así tendría la posibilidad de encontrar a la pequeña minnar que invadía sus sueños.
Los gruñidos que se oyeron fueron tanto de los gurks y de los Príncipes, a él también le había afectado ver la escena. La Princesa acunaba en su regazo a su hermana, llorando con el corazón destrozado, con la ropa cubierta de sangre y cubriendo el cuerpo de su hermana con una tela extraña.
Alayna observaba la escena en una especia de neblina, el hombre que había aparecido hacia unos minutos era grande tanto en el ancho de su cuerpo como de estatura, parecía a esos tipos de portada de libros románticos, este tenía un atuendo extraño que le recordaba a los caballeros medievales con su túnica larga que le llegaba al muslo, una fajón a la cintura, pero en vez de espada tenía un arma algo extraña en su mano.
Estaba decidida a observar la escena que se desarrollaba pero sus ojos se cerraban continuamente. La voz de Deider era cada vez mas alterada en su mente.
- No cierres los ojos Alayna – su ruego era cada vez más constante – no me dejes sin ti no sería nada.
- Debes ser fuerte Deider por mí, lo hice por nosotras.
- No, no, no, puedo perderte a ti también, por favor Alayna no me dejes.
Sentía las lagrimas de su hermana caer sobre su rostro, pero no estaba en sus manos, el vivir o el morir ahora le pertenecía al Destino.
Escucho gruñidos como de animales que extrañamente provenían del mismo lugar donde había visto al caballero medieval. Lentamente abrió los ojos y lo que vio la dejo completamente asombrada, habían 5 hombres más vestidos de manera similar al primero, todos altos, musculosos, sexis, masculinos. No podía explicar con palabras tanta testosterona.
Cerró los ojos por momentos sus fuerzas estaban disminuyendo, la oscuridad la llamaba, seduciéndola con alivio, con promesas de que el dolor cesaría.
- Princesa no te rendías, tienes que vivir – la voz le resultaba extrañamente familiar.
- Papá – el hombre que estaba parado enfrente de ella, era su padre y su madre estaba junto a él.
- Si mi pequeña princesa, nosotros nunca las hemos dejado, las hemos protegido lo mejor que hemos podido, pero hay cosas que no se pueden cambiar – ella sentía las lagrimas caer por sus mejillas – no dejes de luchar mi pequeña.
- Recuerda que nosotros las queremos mi amor – su madre parecía radiante – lucha pequeña, hay muchas personas que dependen de ti.
- Mama, papa, no puedo estoy muy cansada. – su madre abrió los brazos a lo cual ella inmediatamente se refugió en ellos.
- Claro que puedes princesa, eres una guerrera recuerdas – su padre la tomo entre los brazos de su madre, abrazándola como cuando se levantaba a mitad de la noche gritando por las pesadillas constantes – no dejes que el dolor te ciegue, lucha por tu vida, ustedes son nuestro orgullo princesa. Solo relaja el cuerpo y disminuye los latidos de tu corazón, como te enseñe la última vez.
- Lo recuerdo papa.
Al estar en los brazos de su padre, relajo su cuerpo disminuyendo los latidos de su corazón, el dolor era una molestia pequeña y los sonidos a su alrededor eran meros murmullos.
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