Hace Días como no tenia nada que hacer,, o sea estaba terriblemente y condenadamente aburrida,,
encontré este pequeño relato que lo utilice para un concurso..
este fue en parte mi inspiración para El Camino Hacia su Lobo.. ya que los personajes los amonto Gustavo en mis pensamientos, solo les termine de dar forma...
La Luna Plateada
Podía recordar muy bien cuando fue la primera vez que vio ese paisaje….
Las aguas tranquilas del lago, la luz de la luna reflejada en la su superficie,
el viento meciendo la copa de los arboles susurrando entre cada rincón de entre
los arbustos.
Pero el miedo había estaba presente como para disfrutar la vista
tranquila que ahora contemplaba.
Pero no tuvo tiempo de defenderse el pequeño frasco de gas pimienta que
llevaba constantemente en su bolso le fue prácticamente de ninguna ayuda pues
al sentirse inmovilizada y arrastrada no tuvo ni la menor posibilidad ante su
agresor, el agotamiento físico y mental al que había estado sometida durante
meses paso finalmente factura para hacerla caer en la inconsciencia.
Quería captar todo el movimiento a su alrededor, el sonido de los animales
nocturnos o algún otro indicativo que el dijera donde se encontraba, el miedo
era opresivo sus manos temblaban por la incertidumbre de haberse despertado de
lo que bien podría haber sido una horrible pesadilla, pero era la pura y amarga
verdad.
Recuerdos vagos, imágenes distorsionadas de la verdad de un pasado y un
presente que parecían no tener lógica, golpeaban a su cansada mente pero la angustia estaba ahí así como la incertidumbre,
las lágrimas habían cesado pero sus ojos
se sentían hinchados y sensibles, su
boca estaba reseca por la tensión de querer gritar por ser nuevamente una víctima.
La recamara donde se había despertado era reconfortante una gran cama
dominaba el espacio, muebles grandes y cómodos estaban situados cerca de una
chimenea, el fuego había sido encendido calentado de una forma agradable el
ambiente, había tres puertas diferentes que supuso eran el baño algún closet y
la entrada. La decoración austera declaraba fuerte y claro de un habitante
masculino.
Oh Dios… no
puedo recordar eso duele todavía, hazme olvidarlo…
Sus pensamientos fueron interrumpidos por el sonido de la puerta siendo
abierta muy despacio, la luz del corredor lastimo sus ojos por el repentino
movimiento de querer observar visitante. Un gemido muy suave escapo de su
garganta antes de recostarse nuevamente entre las almohadas.
-Lo
siento, pensé que seguirías dormida – dijo el hombre acercándose a la cama y
depositando una bandeja en una de las mesitas de noche.
Su voz era calmada ronca, suave.
-¿Quieres
que te ayude a sentarte? - ella solamente pudo asentir muy suavemente no estaba
lista aun para abrir los ojos. No todavía.
Su cercanía calma sus agitados nervios,
su corazón le decía que él no le aria daño pero su cabeza proclamaba lo
contrario. Podía sentir el calor de su mirada recorriendo el contorno de su
rostro, deslizarse por su cuerpo cubierto por el cobertor, sus manos
entrelazadas para que no notaran el leve temblor que todavía agitaba su cuerpo.
-Abre
los ojos – solicito el muy despacio.
Ella los abrió lentamente hasta acostumbrarse nuevamente al apenas
resplandor de la luna que se filtraba por las ventanas y del fuego en la
chimenea. El se encontraba parado al pie de la cama ella recorrió su cuerpo lentamente
lo que más se destacaba era su gran estatura, la camisa cubría su amplio pecho,
hombros anchos, brazos musculosos, estrechas caderas, sus piernas también
musculosas estaba enfundadas en una jeans apretados, estaba vestido de negro de
los pies a la cabeza. Su cara todo ángulos cuadrados, pómulos altos, una nariz
que combinaba a la perfección con sus
rasgos, el pelo largo negro que caía hasta los hombros liso y
completamente negro, sus ojos eran de un gris oscuro pero había algo extraño en
esos ojos a veces parecían a los de un gato.
Había servido un vaso con agua, así que aparto su mirada, la garganta le
ardía así que calmo su sed tomando unos tragos muy despacio hasta que sintió
como el liquido refrescaba y aliviaba su malestar, un gemido de placer escapo
de su pecho, sentía que el continuaba observándola. Llego el momento de
enfrentarse a ese extraño.
-¿Quién
eres? - su voz sonó rasposa por el esfuerzo de preguntar.
Una sonrisa lenta y seductora curvo su boca.
-Mi
nombre es Sebastián Larson – unos dientes completamente blancos asomaron por
sus labios - y tu mi querida eres Julie
Baker.
No se asombro al saber que sabia su nombre mucha gente la conocía así
que no se sintió amenazada.
-¿Qué
hago aquí?
-Tu
sabes porque estás aquí – respondió siempre calmado, acercándose muy despacio
se sentó a la orilla de la cama.
Su presencia lejos de atemorizarla la hizo sentir segura. Levanto una de
sus manos y uno de sus dedos toco la punta de su nariz, el contorno de sus
mejillas, subiendo a sus cejas, haciendo un recorrido lento hasta llegar a su
boca.
Era un toque delicado, con la intensión de calmarla, el dedo bajo hasta
su barbilla, hizo el recorrido por su garganta, su toque era como una braza
ardiente su piel quemaba y ardía, su dedo travieso siguió con el recorrido por
la clavícula, hasta llegar al valle de sus senos, ahí se detuvo.
-Dime
sientes repulsión de mi toque – ella no había apartado ni un momento sus ojos
de los de él. Solo pudo negar con un suave movimiento de cabeza.
El parecía satisfecho con su respuesta y siguió por uno de sus senos
hasta llegar a su pezón que están doloridos
en punta, por sobre la colcha lo acaricio haciendo círculos, un dolor
fuerte se apodero de su bajo vientre, podía sentir la excitación recorrer su
cuerpo, por un simple toque.
Todo su cuerpo ardía por tan mínima caricia, la frescura de las sabanas
sobre su piel desnuda era refrescante. Sus
manos estaban cerradas que sus uñas lastimaban su carne por la tensión de su cuerpo no podía ser que
estuviera sintiéndose excitada por un simple toque.
-Tu
cuerpo me reconoce – siguió el- somos el uno para el otro, tu eres mi
compañera, la que cargara mi cachorros y liderara conmigo a la manada.
Esas palabras debieron asustarla pero las aceptaba como verdaderas. Su
corazón reconoció la verdad. Ellos se pertenecían eran dos mitades para
pertenecer a un todo, no cuestiono la declaración pues ella era realmente su
compañera.
El se levanto despacio y muy lentamente fue sacándose la camiseta por
encima de su cabeza, ella observaba los movimientos de sus músculos, de ahí sus
manos estaban sobre la hebilla de sus jeans, soltando los botones, los bajo muy
lentamente hasta quedar completa y gloriosamente desnudo. Un bello negro cubría
desde su pecho hasta su ingle de donde asomaba un miembro grande y grueso en
todo su esplendor.
Ella volvió a recorrer muy lentamente su cuerpo deteniéndose para
observarlo muy detenidamente, sus ojos había adquirido un matiz casi negro y el
hambre estaba ahí cruda. Trago saliva y
ordeno a sus manos moverse, muy lentamente fue destapando su cuerpo para
que el pudiera observarlo.
Sabía lo que estaba viendo ella lo hacía cada mañana al levantarse, un
cuerpo menudo con un pechos llenos coronados con pezones color rosa, cabello
castaño que le caía a media espalda rizado, abdomen plano, cintura estrecha,
piernas largas y bien torneadas con marcas rojizas algunas profundas, otras
solo eran superficiales, el bello entre sus piernas era más claro. Sus ojos
eran de un verde claro, bordeado de pestañas negras que parecían que usara
delineador.
Levanto su rostro para observarlo pero el hambre seguía allí no había
desaparecido al ver parte de sus cicatrices, el se acerco nuevamente levantando
su rostro hasta encontrase con sus ojos.
-No
debes sentirte avergonzada enfrente de mí – y pudo ver que lo decía en serio-
para mi tu eres hermosa. Y eres Mía.
Su declaración solo la hizo estremecer completamente. Eso lo hizo
sonreír.
Se deslizo a la cama quedando apoyado en sobre un codo, ella se acerco a
él hasta que sus labios se unieron en un beso tímido que fue subiendo en
intensidad hasta que su lengua se abrió paso a la suya, en un ritmo lento al
principio.
Sus manos se exploraron, cada centímetro de sus cuerpos, al separar sus
bocas buscando aire el depósito besos en sus ojos, nariz, pómulos, chupo los
lóbulos de sus orejas, con la lengua recorrió su garganta el mismo camino que
había hecho con su dedo.
Al llegar a sus pechos sus pezones dolían pro la necesidad de sentir su
boca, soplo uno y después el otro poniéndolos aun más duros, moviéndose muy
despacio su boca lamio uno mientras que una de sus manos hacia un viaje a hasta
su entrepierna.
Acariciando los rizos hasta alcanzar los labios de su vagina que ya
estaban llenos del roció de su excitación, acaricio despacio adentrándose hasta
su clítoris para acariciarlo hasta que unos suaves gemidos salieron de su
garganta.
El chupaba sus pezones alternándolos con caricias, ella podía sentir su
orgasmo cerca entre sus caricias los besos prolongados estaba a punto de subir
a la cima del placer total.
Podía sentir su miembro acariciando su cadera, sus manos estaban
enredadas en sus cabellos, las caricias eran cada vez más fuertes, hasta que
luces de colores estaban estallando detrás de sus parpados y la tensión se
apodero de su cuerpo. La liberación fuer una ola de placer y calor, la
transpiración cubrió su cuerpo, el martilleo de su corazón se acelero a mas de mil
por hora.
Con movimientos rápidos abrió más sus piernas, todavía estaba en lo alto
de su orgasmo cuando lo sintió entrando en ella.
-Lo
siento mi corazón pero no puedo esperar más – con movimientos suaves fue
entrando, lo sentía llenarle con cada empuje de su cadera.
Su boca descendió a la suya para un beso lento y sensual mientras seguía
entrando cada vez despacio. Fue un placer intenso el ser seducida de esa
manera, sus caderas encontraron un ritmo lento, para los pocos minutos acelerar
el ritmo. Gemidos, besos, sus manos recorriendo el pecho, la espalda,
acariciando hasta llegar a su redondeando trasero tratando de tenerlo más
cerca, sus piernas rodearon sus caderas y la penetración se hizo más
profunda.
-Dime
que eres mía –demando – nunca te apartaras de mi lado. Dímelo – ordeno.
-Si soy
tuya para siempre, nadie nos separara.
Sus movientes se hicieron más rápidos y constantes.
-Mía,
mía – seguía diciendo como un mantra.
Hasta que con una última estocada ella llego al orgasmo, sintiendo
estallar mis sensaciones en su cuerpo sintiendo el miembro si era posible mas
hinchado y grueso su liberación llego unos minutos después.
Así pasaron la noche entre acurrucados hablaron de todo un poco entre risas y haciendo el amor. Hasta quedar
saciados.
El aullido del lobo cerca de la casa le anuncio que su amado estaba a
punto de llegar. El pequeño cachorro en
su vientre se movía cada vez que escuchaba el aullido de su padre.
Habían llevado a los jóvenes a su primera salida de caza, habían estado
fuera por tres semanas.
Ella solo sonrió y acaricio su vientre abultado, tenía 8 meses de
embarazo, se sentía cansada, había sido un día particularmente agitado los
miembros de la manada se acercaban mucho a visitarla en estos últimos mese ya
sea en grupos o individualmente para asegurarse que ella y su pequeño Luke de 3
años se encontraban bien.
Los cuatro años pasados fueron de
cambio y adaptación, pero tenía a su Sebastián para enseñarle lo que era el
amor, le dio una familia, aprendió de la unión en la manada.
Lo ama mas allá de las palabras,
él le regalo su corazón y una confianza que había desaparecido.
La amo con paciencia, curándola con sus atenciones, y sanándola con sus
acciones, le enseño dicha que la vida puede regalarnos.